Hace poco más de una semana, pensaba escribir este post acerca de lo terrible que fue para mí perder mi disco duro con absolutamente toda mi información en él, y de cuánto lloré por lo perdido. Pero las cosas han cambiado tanto en el transcurso de tan solo unos días que, lo que para mí parecía importante, ha dejado de serlo en manera radical. Pero no sólo en el ámbito de lo material.
Tal vez se deba a que mis padres siempre me mantuvieron alejada de este tipo de dolor, pero ahora que me enfrento a él, veo que me cuesta más trabajo que a otros. Tal vez si estuviera más familiarizada con el asunto, sería diferente.
El caso es que hace unos días, un suceso desafortunado trajo consigo otros, que me han quitado el sueño.
¿Qué hay con el sentimiento de pérdida?, ¿cómo lidiamos con él y cómo es que funciona?. La realidad es que a todos nos encantaría contar con una receta elaborada paso a paso de cómo vivir el dolor y superarlo para que no nos siga cada día de nuestras vidas. Apenas hace unos días, un compañero de trabajo se acercó a mi para decirme: "¿es normal que me duela tanto?, ¿es normal que no pase el dolor?"
Lo cierto es que no hay receta; pero sí normalidad. Muchos entienden "normal" por lo que "debe ser", o lo que está bien. Normal sólo se refiere a lo que a la mayoría le sucede. Por tanto, lo normal es que nos duela, es sufrirlo, llorarlo. Lo mejor para nosotros, sería que, al final, pasaramos a lo siguiente.
La verdad es que nunca lo vamos a olvidar; pero lo que sí podemos hacer es no acostumbrarnos a vivir con el dolor, para no vivir sufriendo. Entender a un nivel muy básico (pero sublime), que nada es de nosotros. Está en la naturaleza humana el sentido de pertenencia, que no hará más que provocarnos dolores de cabeza, y de corazón, durante toda nuestra vida. Nada nos pertenece. Ni nuestros padres, ni nuestros hijos; ninguna persona ni ninguna cosa. Cada quién se pertenece a sí mismo, y nada más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario