A tantos años, sigue pareciendo ayer. Y duele como el mismo día.
Te recuerdo tan bien como si vinieras nuevamente a verme a casa de mis padres, con tu voz chillona y tu cabello naranja, con tus abrazos, sinceros y apretados.
Te recuerdo tan bien como si vinieras nuevamente a verme a casa de mis padres, con tu voz chillona y tu cabello naranja, con tus abrazos, sinceros y apretados.
Recuerdo tus motivos, que aunque locos, sé que en tu cabeza tenían lógica. Tus desenfrenos y tus sinsentidos, los mismos que te llevaron a donde estás hoy. Tus ganas de comerte al mundo de un solo bocado, y tu seguridad cuando hablabas de cosas grandes para tu futuro. Tus razones, tus gustos, tus necesidades.
Todo lo tuyo, y todo lo de los que te rodean, a los que dejaste con nada más que recuerdos, y un espacio vacío. Un hueco donde pertenecías, donde tu risa duele, tus abrazos duelen, tus fotos duelen. Donde dan ganas de ayudarte a ser lo que querías ser, y evitar que seas lo que eres.
Aún guardo nuestras fotos y cartas, y ese autógrafo que me instaste a no tirar, asegurando que algún día valdría millones. Nunca tuviste tanta razón. Al día de hoy, es extremadamente valioso. Porque tú lo hiciste.
Aún guardo nuestras fotos y cartas, y ese autógrafo que me instaste a no tirar, asegurando que algún día valdría millones. Nunca tuviste tanta razón. Al día de hoy, es extremadamente valioso. Porque tú lo hiciste.
Al final, la vacuidad nos recuerda que nos hemos de encontrar algún día, y tal vez eso sea lo que nos dé más temor. Porque el dolor es para el que se queda, no para el que se va.
Desde aquí hasta donde estés, te abrazo, y celebro un año más, aunque, de manera más certera, un año menos.
Desde aquí hasta donde estés, te abrazo, y celebro un año más, aunque, de manera más certera, un año menos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario