Moria's Purple Mirror

Moria's Purple Mirror

martes, 26 de octubre de 2010

Pérdida (con acento, por favor)

Hace poco más de una semana, pensaba escribir este post acerca de lo terrible que fue para mí perder mi disco duro con absolutamente toda mi información en él, y de cuánto lloré por lo perdido. Pero las cosas han cambiado tanto en el transcurso de tan solo unos días que, lo que para mí parecía importante, ha dejado de serlo en manera radical. Pero no sólo en el ámbito de lo material.

Tal vez se deba a que mis padres siempre me mantuvieron alejada de este tipo de dolor, pero ahora que me enfrento a él, veo que me cuesta más trabajo que a otros. Tal vez si estuviera más familiarizada con el asunto, sería diferente.

El caso es que hace unos días, un suceso desafortunado trajo consigo otros, que me han quitado el sueño.
¿Qué hay con el sentimiento de pérdida?, ¿cómo lidiamos con él y cómo es que funciona?. La realidad es que a todos nos encantaría contar con una receta elaborada paso a paso de cómo vivir el dolor y superarlo para que no nos siga cada día de nuestras vidas. Apenas hace unos días, un compañero de trabajo se acercó a mi para decirme: "¿es normal que me duela tanto?, ¿es normal que no pase el dolor?"

Lo cierto es que no hay receta; pero sí normalidad.  Muchos entienden "normal" por lo que "debe ser", o lo que está bien. Normal sólo se refiere a lo que a la mayoría le sucede. Por tanto, lo normal es que nos duela, es sufrirlo, llorarlo. Lo mejor para nosotros, sería que, al final, pasaramos a lo siguiente.

La verdad es que nunca lo vamos a olvidar; pero lo que sí podemos hacer es no acostumbrarnos a vivir con el dolor, para no vivir sufriendo. Entender a un nivel muy básico (pero sublime), que nada es de nosotros. Está en la naturaleza humana el sentido de pertenencia, que no hará más que provocarnos dolores de cabeza, y de corazón, durante toda nuestra vida. Nada nos pertenece. Ni nuestros padres, ni nuestros hijos; ninguna persona ni ninguna cosa. Cada quién se pertenece a sí mismo, y nada más.

domingo, 3 de octubre de 2010

El odio de mi vida

Apenas antenoche escribía mi primera entrada del blog. Desde entonces me la he pasado pensando en que quiero volver a escribir. Tal vez esto me cree una nueva adicción, la cual estoy dispuesta a permitirme, ya que parece haber algo ligeramente terapéutico en ello. Sabía que el día que empezara a escribir probablemente no podría detenerme; eso bajo la premisa que arroja mi manera de hablar. Quien me conoce no podrá negarlo.

Entrando en materia, en mi primera entrada me costó algo de trabajo elegir el título, como se habrán dado cuenta; y simplemente me puse a escribir. No creo que haya salido tan mal; sin embargo, en esta ocasión decidí hacerlo diferente. Comencé por el título, esperando no perderme del mismo para comentarles lo que ha estado pasando por mi cabeza.

Por causas que no voy a puntualizar porque no tiene caso recordar en un futuro, me reencontré con el "odio de mi vida". Sí. Me declaro totalmente culpable de tener una persona a la que he odiado desde los 16 años. La razón podría parecer tonta al día de hoy; y es más, lo es. 

Ayer que tenía la intención de escribir acerca de esto, se me ocurrió comentarlo antes con una amiga.

Haré aquí un paréntesis para contextualizar la situación con esta chava (mi amiga), quien es simplemente genial. Nos presentaron hace año y medio, pero realmente no nos conocemos. Nuestra relación se ha limitado puramente a lo profesional, ya que somos compañeras de trabajo; así que platicamos puramente de lo que nos interesa y de lo que queremos. Ni ella ni yo invadimos nuestro espacio, lo cual es ideal (al parecer) para las dos. A esto hay que sumarle el hecho de que es una persona pensante como pocas se llegan a encontrar; y esto nos permite hacer reflexiones de muchos temas, ya que también le gusta aprender y conocer. Supuse que ella podría darme un pequeño empujón para escribir acerca de la cuestión del odio en mi blog.

Resultó que me puse a platicarle la razón de mi odio, la edad que teníamos, lo que sucedió con dicha persona, lo que sucede conmigo cuando la veo... Y sí, terminó siendo estúpido para mí seguirla odiando de tal manera.

Creo que nunca lo platiqué de nuevo, es decir, la gente que me conocía en ese momento y mi familia, saben que simplemente la odio; así que no tuve necesidad de decirlo. A la gente que me fue conociendo y a la que le llegué a comentar, nunca les dije la razón, me limitaba a decir: "no la soporto". Y ahora que intenté decir la verdadera causa y recordar lo que sucedió; me funcionó diferente a lo que pensaba.

El mismo odio en sí ha ido cambiando. Ha pasado de ser un odio de un problema clásico y más que sabido de adolescencia, a un sentimiento de incomodidad al saber que la persona se encuentra cerca. Lo que me parece más complicado es expresar el sentimiento real, ya que el término es tan relativo como para cada persona.

Lo que más me molestó de darme cuenta de que me sigue afectando aún después de tantos años, es el hecho de la importancia que le doy a esa persona; siendo que dentro de mi filosofía de vida, la indiferencia siempre ha aparecido como mi mejor arma en contra de cualquiera que simplemente no valga la pena.

Así que, le dedico este post como lo último que tendrá de influencia en mí y en mi pequeña cabeza; y me deshago de todo aquello que me ha afectado hasta el día de hoy; porque simplemente el mantenerla en un lugar en mi mente no vale la pena.

viernes, 1 de octubre de 2010

En búsqueda de un título llamativamente pretencioso

Los saludo a todos, que en este preciso momento más bien sería a ninguno, por aquello de ser nueva en todo esto, y por tanto, no tener ningún lector.

Me encanta navegar por la red; ver qué sucede, encontrar de lo que se habla, lo actual, y no perderme de nada. Me la he pasado leyendo la mayoría del tiempo; desde los resultados de búsqueda de cualquier cosa que se me ocurra, hasta los tweets más sonados. Pero hace unos días, en medio de todo esto, pensaba en que siempre he querido escribir. Sí, que me lean a mí, en lugar de solo llenarme de las ideas de otros, o de la información que a cada momento me bombardean los medios, todos ellos.

Así que hoy me he decidido a escribir; tras un par de días que tomé la decisión de abrir un blog personal. Hoy me preguntaba mi monstruo: -"y, ¿un blog de qué?"- de lo que sea, de todo; de mí. Simplemente pretendo escribir, lo que me llegue a los dedos, y, con suerte, que algún internauta que se pierda y llegue por estos rumbos me lea alguna vez; y si les gusta, como todo en la vida, ¡que regrese!.

Es así que, si a estas alturas no he aburrido a nadie, continuaré haciendo una reflexión con respecto al título del blog; sólo para comentar que tiene algo de fondo, y que no fue algo elegido simplemente al azar.
¿Recuerdan a "batman"? Probablemente no. Ok, tal vez sí, y es que simplemente es un icono. 

Para mí, el más humano de los súper héroes. En realidad no me puedo considerar una erudita en el tema de los cómics, pero la historia de batman contaba los complejos procesos de la naturaleza humana cuando se pierden ciertas barreras sociales; y después de tanta cosa por la que pasó el pobre chamaco Bruce Wayne (anteriormente conocido como Bruno Díaz para Mx), se dio paso a los desórdenes mentales focalizados a un sentido de "hacer el bien" que, al final, me encanta porque está todo tergiversado, gracias al mismo círculo de patologías en las que se encuentra inmerso. 

Un chico con suerte que parece no tenerla tanto. Sí, tal vez algún día me detenga a analizar su escabrosa mente siniestra; por ahora, me contentaré con lo que ya dije; y con regresar a mí. Wayne se encuentra en un momento crucial de su "transformación" cuando decide utilizar al murciélago como emblema de su alter ego. Para mí, esa siempre ha sido una de las enseñanzas básicas de Batman: imponerse a aquello que nos causa temor. 

Crecer a raíz de superar nuestros miedos, nuestras pruebas. 

Para mí; el espejo siempre ha significado una especie de punto débil, que a la vez me llama la atención, me atrae. He tenido pesadillas toda mi vida que incluyen espejos; y mi mayor obra de terror es acerca de ellos mismos. Es por eso que aquí lo enfrento; me descubro ante mi propio espejo para dejar atrás el esconderme de mí misma en leer a los demás, en pensar para mí, en hablar. Las palabras se borran; los pensamientos cambian cada momento; pero la palabra escrita queda.

Esta soy yo hoy, para quien quiera conocerme; porque mañana, al despertar seré otra.

Just call me Moria.