Me encontraba frente al espejo del baño antes de ir a dormir, con el cabello aún húmedo, las ojeras del tamaño de mi sueño y los ojos rojos sangre, dispuesta a lavar mis dientes. Sin embargo, me estorbaban los rizos ya esponjados, por lo que pensé en atarlos, pero no contaba con una liga a la mano.
Decidí entonces utilizar los mismos rulos para trenzarlos entre sí, aunque solo los de encima, los más esponjados y ya secos, justo aquellos que más estorbaban, para dejar que los demás, los todavía húmedos, terminaran de secarse.
Viéndome al espejo; entre que no sé hacer trenzas, entre que ya estaba medio dormida, y entre que el reflejo está al revés, hice mi mayor esfuerzo y conté:
—uno, izquierda, dos, centro, tres, derecha... —hice un nudo extraño y terminé diciendo— y etcétera, etcétera, etcétera.
El nudo cumplió su cometido, porque al menos duró el tiempo suficiente para terminar de lavarme los dientes, y aún no se deshace. Amo mis rizos.
Buenas noches.
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