Hay días en los que uno no puede continuar cargando ningún peso. Porque uno se achaparra, porque uno mira al suelo, porque se pierde del paisaje, de un atardecer.
Esos días, uno quiere echar a correr, soltar todo, tirarlo al suelo, y correr. Tirarse en el pasto y rodar cuesta abajo, olvidarse de los espejos y de los zapatos.
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